Artículo de opinión sobre la terquedad de Alemania en el tema de la disciplina fiscal como método para superar la crisis de deuda soberana en la eurozona y los costos que acarrea.

Dogma es algo en lo que se cree más allá de la razón, es el imperio del aleccionamiento sobre la inteligencia y aunque normalmente este concepto se liga mucho a la religión, en algunos lugares, existen dogmas que aun cuando pudieran ser perjudiciales, forman parte de la identidad nacional y por tanto, resulta peligroso políticamente siquiera cuestionarlos.

 

En México tenemos nuestro dogma: el petróleo es de la nación. Y es así como en nuestra identidad nacional, pensar en privatizar el petróleo es impensable y para cualquier político mexicano, intentar revisar el tema, tan solo por ver si se encuentra algo mejor, proponer algún cambio en contra de este dogma o incluso tan solo hablar públicamente de cualquier idea que pudiera tener asomos de contrariedad con este dogma está prohibido bajo pena de recibir el título de “vende patrias” y con esto quedar excluido del gusto popular.

Pues en Alemania también cuentan con su dogma, el de la disciplina fiscal.

El problema de los dogmas es que se antojan a los pueblos como el ungüento milagroso, ese que nos cura de todo, pero… nos cura un tanto como los cataplasmas de antaño, aunque duelan, aunque no se vea cerca una mejoría, si se aplican con fe y fervor, tarde o temprano, casi quizás después de la muerte… nos curan (o al menos parece que así se piensa).

En México hemos vivido con nuestro dogma que nos ha costado tener una empresa petrolera, tan arcaica, tan mal llevada, tan inútil, que cuando el petróleo ha estado en precios que históricamente son tan altos, tan ventajosos para los productores, aun así y con todo, en México nuestro petróleo, no nos ha podido generar riquezas. Ah pero eso si, sigue siendo nuestro ese petróleo (aunque a mí, nunca me ha tocado, un solo centavo de utilidad por ello).

Del mismo modo Alemania vive con su dogma, que por cierto, no hay que ser insensibles, lo tienen y por una buena razón, la experiencia. Después de quedar de rodillas luego de su intervención en la primera guerra mundial, los aliados, entre ellos Estados Unidos, le prestaron enormes cantidades de dinero para que pudiera reconstruirse luego de los ruinosos estragos de su guerra. Prestamos que por cierto, corrían con condiciones poco menos que generosas. Luego sobrevino la gran depresión de los años 30, y los Estados Unidos se cobró de vuelta, dichos prestamos, arruinando una vez más a la misma Alemania, que tan solo unos años después se erigiría nuevamente alimentada por esa sed de venganza, de quienes habían procurado dolores tan grandes a su pueblo… Y una vez más fue derrotada, y la historia se volvió a repetir, una vez más de rodillas y endeudada se necesitó de una extrema austeridad y capacidad de sufrimiento por parte de su pueblo para volverse a reconstruir, y vaya que lo hizo, hoy por hoy, con todo y sus
crisis,  aventuras de reunificación y todo, se transformó una vez más en una economía potente, altamente competitiva e increíblemente eficiente, se transformó a sí misma en la cuarta economía más grande del mundo.

Pero este proceso de reconstrucción, no le dejo a la Alemania su rostro limpio, ahí mismo es que aparece su dogma nacional, como una cicatriz que queda después de la batalla, como esas que nos recuerdan lo que no queremos volver a pasar, que no queremos repetir su experiencia.

Es por esta razón que la disciplina fiscal, Alemania la promueve, como su ungüento milagroso, y rechaza cualquier otra alternativa de manera sistemática, aunque la realidad le diga otra cosa, aunque el mundo le pida otra cosa, Alemania se niega, cueste lo que cueste.

Este que es un acto ya casi reflejo, que los políticos aprenden desde los inicios de sus carreras, respetar sobre todas las cosas el dogma nacional, es lo que vemos en las respuestas tibias y minimizantes ante las necesidades de la eurozona  que da Angela Merkel cuando se le increpa por el aumento del cortafuegos para detener el contagio de esta crisis de deuda soberana, la necesidad de más fondos, de relajar las políticas, de gastar vamos, para evitar que la máquina productiva europea, e incluso la alemana, se detenga irremediablemente.

Este mismo acto reflejo es el que ahora tiene “aislado” al gobernador del Bundesbank Jens Weidmann, aunque públicamente lo niegue él y el director del Banco Central Europeo, Mario Draghi, quien por cierto, dice compartir la idea de disciplina fiscal del Bundesbank pero… no tiene ese dogma, por tanto, como el mismo dijera en la última rueda de prensa posterior al anuncio de política monetaria hace unas semanas: “…la tradición de la disciplina fiscal la compartimos pero … hay que entender que tenemos que gobernar para todos”.

Y sin ir más lejos luego de mucho presionar el Bundesbank logró el “permiso” del Banco Central Europeo para “protegerse” de las políticas no estandarizadas (como el LTRO) para evitar “contaminar” el balance del Bundesbank con papeles de baja calificación. Es así como anuncia que ya no aceptará bonos de Grecia, Portugal o Irlanda (y el mercado seguro estará considerando que los de España e Italia tampoco se aceptarán en un futuro cercano, lo que es de esperar que comience a presionar las tasas en estos países).

De igual manera, por ese mismo dogma, hoy sabemos que el cortafuegos quedó prácticamente igual en 700 mil millones y no hay más, aun cuando los países del G20 y las advertencias de la OCDE hacían llamamientos por tener al menos €1 billón.

Es así como la Eurozona una vez más se queda corta y es esta diversidad de dogmas europeos, los que la tienen paralizada para la toma de decisiones, que debieran ser ágiles y expeditas, que debieran ser libres del pasado y de cara al futuro, pero que políticamente es tan costoso siquiera atreverse a considerarlas, que definitivamente, los políticos se resistirán… cueste lo que cueste.